Carta abierta a Soledad

Querida Sole:

Hoy me preguntaron porque ya no somos amigas. Me quedé en silencio por un rato, luego comenzaron las lágrimas. ¿Cómo es que tu piel que antes era tan mía hoy se siente como piedra caliente? He repasado todo lo que hemos vivido para ver en que momento esto se rompió. Me acompañaste en ese primer cumpleaños donde eras tú realmente mi única amiga. Estuviste ahí el día que papá fue consumido por un diablo bicolor. Me recordaste lo bonito que es ver el cielo por las noches en los años de recorrer el mundo con dos patas y estuviste ahí, con los brazos abiertos, listos para apapachar, cuando el hombre de negro decidió córtame de su vida y dedicarme palabras viles.

Y hoy ¿dónde estás? Te perdí en ese vuelo a Santiago, o ya quizás, en Santiago mismo. ¿Pero en qué cambiamos? Será Sole, que tú y yo sólo podemos estar juntas en la tristeza, en la lucha por sobrevivir para demostrarle al mundo que no puede más que nuestra amplia armadura. Será, Sole, que verme enamórame ha sido el punto de salida que tanto habías esperado. Alguien llena ahora los silencios incómodos con compañía llena de besos. Y sí Sole, quizás eso tú no puedes hacerlo, pero eso no te ha sacado del juego. !No, Sole, no! Estoy aquí con los brazos abiertos pidiéndote con todas las fuerzas que tengo que volvamos a esa amistad tan bonita. A mirar las estrellas por la noche, a hablarnos al espejo, a inventar historias de hombres maravillosos para matar el tiempo en el trafico de esta hermosa cuidad. Te pido Sole que hagamos las pases. No se donde nos perdimos, en donde cambiamos tanto para separarnos. Pero te pido que busquemos un punto para que volvamos a coincidir, un lugar seguro para re tejernos, para rellenar nuestros agujeros con aprendizajes de una vida sin la otra y quizás así Sole, solo así, podamos volver a querernos. 

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